EL RATON DE CIUDAD Y EL DE CAMPO
Cierto día un ratón de la ciudad invitó a comer muy amablemente a un ratón de campo. El banquete estaba servido sobre un elegante tapiz: imagínese el lector si la pasaría bien los dos amigos.
La comida era magnífica; nada les hacía falta. Pera la fiesta terminó mal. Oyeron ruido en la puerta los comensales; el ratón de la ciudad echó a correr, y el ratón de campo salió de inmediato tras él.
Cuando ya no oyeron ruidos, regresaron los dos ratones.
--Acabemos—dijo el de la ciudad.
--¡Basta ya!—replicó el del campo--¡Que te hagan buen provecho tus regios festines!,
No los envidio. Mi comida pobre la engullo tranquilo, sin que nadie me moleste. ¡Adiós, pues! Placeres con zozobra valen poco.
LOS LADRONES Y EL ASNO
Dos ladrones peleaban por un asno que habían robado; uno deseaba conservarlo, y el otro quería venderlo.
Mientras llovían a puñetazos, llegó un tercer ladrón y se llevó el borriquillo.
El asno suele ser como una provincia pobre; los ladrones, éste o el otro príncipe, como el de Transilvania, el de Hungría o el otomano. En lugar de los dos, se me han ocurrido tres: ya son bastantes. Para ninguno de ellos es la provincia conquistada: llega un cuarto, que los deja a todos iguales, al llevarse al asno.
Mientras llovían a puñetazos, llegó un tercer ladrón y se llevó el borriquillo.
El asno suele ser como una provincia pobre; los ladrones, éste o el otro príncipe, como el de Transilvania, el de Hungría o el otomano. En lugar de los dos, se me han ocurrido tres: ya son bastantes. Para ninguno de ellos es la provincia conquistada: llega un cuarto, que los deja a todos iguales, al llevarse al asno.
LOS ZANGANOS Y LAS ABEJAS
Se conoce al obrero por la obra.
Sucedió que varios panales de miel no tenían dueño. Los zánganos los reclamaban, las abejas se oponían, Se llevó el pleito al tribunal de cierta avispa; el asunto era difícil; había testigos que decían haber visto volando alrededor de aquellos panales a unos bichos alados de color obscuro, parecidos a unas abejas; pero los zánganos tenían las mismas señas. La avispa, sin saber qué decidir , abrió de nuevo el juicio, y para mayor ilustración, llamó a declarar a todo un hormiguero, pero ni así pudo aclarar la duda.
--¿Me podrían decir a que viene todo esto?—preguntó una abeja muy astuta. Hace seis meses que está pendiente el litigio, y estamos igual que el primer día. Mientras tanto, la miel se está perdiendo. Ya es hora de que el juez se apresure; le ha durado mucho el provecho. Sin tantos autos ni procedimientos., trabajemos los zánganos y nosotras, y veremos quién sabe hacer panales tan bien terminados y tan repletos de rica miel.
No lo aceptaron los zánganos, demostrando que aquel arte era superior a su destreza, y la avispa adjudicó los panales a sus verdaderas dueñas.
Así debieran decidirse todos los litigios. La justicia de moro es la mejor. En lugar de código, el sentido común. No subirían tanto los gastos. Sucedería como pasa muchas veces, que el juez abre la ostra, se la come, y deja las conchas a los litigantes.
EL GALLO Y EL ZORRO
Estaba vigilando en la rama de un árbol cierto gallo experimentado y astuto.
--Hermano-- le dijo un zorro con voz amable--¿para qué hemos de pelearnos? Que haya paz entre nosotros. Vengo a traerte tan buena noticia; baja, te daré un abrazo. No tardes; tengo que correr mucho todavía. Bien pueden vivir sin temor gallos y gallinas; ya somos hermanos suyos. Festejemos las paces; ven a recibir mi abrazo fraternal.
--Amigo mío—contesto el gallo--, no podrías traerme mejor noticia que la de estas paces; y aún me complacen más, por ser tú el mensajero. Desde aquí diviso dos lebreles, que sin duda son portadores de la feliz noticia; van rápido y pronto llegarán. Voy a bajar; los abrazos será entre todos.
--¡Adiós!—dijo el zorro--. Hoy es larga mi jornada; dejemos los festejos para otra ocasión.
Y el bribón, contrariado, salió corriendo. El gallo astuto echó a reír al verlo correr despavorido, porque no hay mayor placer que engañar al que engaña.
LA CIGARRA Y LA HORMIGA
La cigarra canto todo el verano, y al llegar el invierno no tenía ni una mosca ni un gusano,
Muy hambrienta fue a llorar con su vecina, la hormiga, y le pidió que le prestara un poco de grano para mantenerse hasta la estación siguiente.
--Te lo pagaré con réditos antes de que llegue el mes de agosto—le decía.
Pero la hormiga no es generosa, ese es su menor defecto
--¿Qué hacías cuando había buen tiempo?—preguntó a la pedigüeña.
--No quisiera incomodarte—le contestó--,pero la verdad es que cantaba día y noche.
--¡Me parece bien! Pues así como entonces cantabas, baila ahora.
LAS ALFORJAS
Júpiter dijo un día:
--Comparezcan a los pies de mi trono todos los seres que habitan el mundo. Si en su naturaleza encuentran alguna falta, díganlo sin miedo, que yo podre remediarlo.
Ven aquí , mono, habla tu primero. Tienes motivos para este privilegio. Observa a los demás animales y compara sus perfecciones con las tuyas. ¿Estas contento?
--¿Por qué no? ¿No tengo cuatro patas, igual que los demás? No puedo quejarme de mi figura; no soy como el oso, que parece medio esbozado nada más.
Llegó el oso, y todos pensaron que se iba a quejar, pero no lo hizo; alabó mucho su buena figura, y comenzó a criticar al elefante, dijo que estaría bien alargarle la cola y recortarle las orejas, y que tenía un cuerpo feo y sin forma.